Friday, November 10, 2006

Más que deconstrucción. Sartre.

La carta sobre el humanismo de Sartre es el célebre, poderoso prólogo al libro de Frantz Fanon, Los condenados de la tierra. Sartre se pone fuera de la historia de Europa. Saca no al cogito sino a Europa de la centralidad. Pone al sujeto en las colonias, entre los argelinos rebeldes. Heidegger, que –en su famoso curso de lógica de 1934– había dicho “los negros no tienen historia”, no iba a ser quien sacara el sujeto de Europa y lo metiera entre argelinos. Tampoco sus discípulos. Sacan al sujeto, matan el humanismo, claman por la diferencia, piden no olvidar al Ser y lo centralizan en esa “morada” en que Heidegger (con sus fórmulas entre sacras y zen) decía estaba el Ser: el lenguaje. Pero todo esto no se corre de continente. Hay un Centro que permanece. El de siempre: Europa.
Sartre, no. Sartre les habla a los europeos. Ya no somos el sujeto del razonamiento –les dice–, somos el objeto. Europa es objeto. El sujeto no sólo se ha descentralizado. Se ha “periferizado”. El sujeto mora en las colonias. En el lenguaje y en la praxis revolucionaria de los colonizados. Ahí está, ahora, el humanismo. Ahí, ahora, se escribe la “historia del hombre”. Además, cuando Sartre habla de las calamidades del “humanismo capitalista”, no habla de la “devastación de la tierra”, de la transformación del mundo en “negocio”, del “tiempo devenido rapidez”. Su descripción del humanismo europeo tiene otro sabor, otro tono. Escuchemos: “Ustedes (les dice a sus coterráneos), tan liberales, tan humanos, que llevan al preciosismo el amor por la cultura, parecen olvidar que tienen colonias y que allí se asesina en su nombre”. Sigo: “Hay que afrontar un espectáculo inesperado: el ‘striptease’ de nuestro humanismo. Helo aquí desnudo y nada hermoso: no era sino una ideología mentirosa: la exquisita justificación del pillaje”. Sigo: “El europeo no ha podido hacerse hombre sino fabricando esclavos y monstruos”. Más: “Nuestras víctimas nos conocen por sus heridas y por sus cadenas: eso hace irrefutable su testimonio. Basta que nos muestren lo que hemos hecho de ellas para que conozcamos lo que hemos hecho de nosotros mismos”. Y por fin: “Es el fin, como verán ustedes: Europa hace agua por todas partes. ¿Qué ha sucedido? Simplemente, que éramos los sujetos de la historia y ahora somos sus objetos”.
Europa se ha hecho haciendo esclavos y monstruos. Los esclavos y los monstruos se rebelan y en esa rebelión, por medio de ella, se hacen hombres y sujetos de la historia.Europa, la esclavizadora, la del Terror de los paracaidistas en Argelia , ya no tiene el logos, ya no tiene el fonocentrismo, ya no tiene qué decir. El sujeto está en otra territorialidad ontológica: la periferia. Los esclavos y los monstruos de la Europa capitalista: ellos, ahora, tienen la palabra.
De esta forma, la importancia de Sartre, reside hoy en postular un humanismo periférico al del poder, un humanismo que logra su centralidad en la praxis, que no queda preso del lenguaje sino que lo utiliza para la denuncia de la vejación (“esclavos y monstruos”) y que no se propone sólo descentralizar al sujeto o deconstruirlo sino “acuchillarle las garras”.