Thursday, August 14, 2008

LA HISTÉRICA.



“Si quieren llámenlo intuición femenina, o locura, o como quieran llamarlo, porque lo que es yo ni lo pienso calificar y son ustedes los que necesitan una etiqueta para cada cosa. Aquí y ahora no tengo por qué darle un nombre a nada, y menos aún tratar de explicarlo; tan sólo quiero ir tragando el miedo a grandes bocanadas mientras espero que él vuelva”.La Ciudad Ajena, Luisa Valenzuela

La puta se ha vuelto una imagen casi romántica, dentro de ciertos círculos (menos mal) se vuelve norma y un lugar políticamente muy correcto reconocer que no se puede ir por ahí diciéndole a las mujeres ¡puta!; y que si ese fuera su oficio no habría razón para indicarlas con el dedo.
La puta es una imagen pintoresca. Una reivindicación del derecho a vivir el sexo que tienen las mujeres.
La bruja, por otra parte, se ha vuelto encantadora. Mujer seductora, envolvente, cautivadora. Aquella mujer que aun en estos tiempo llenos de metas profesionales y pasatiempos personales logra dominar el milenario arte de combinar los ingredientes de la naturaleza en la justa medida dentro del caldero es, simplemente, apetecible.
Pero la loca, la loca sigue siendo una loca que amenaza con su delirio la cordura de los hombres razonables y de aquellas que aprendieron a comportarse como señoritas bien.
La histeria como enfermedad del útero de la que tanto se hablo antes parece ya no tener razón de ser si nos encontramos con mujeres cada vez más neuróticas (en tanto reprimidas), encerrando su rabia y su pena. Intentando comportarse como dicen que se comportan los hombres. Mujeres que no lloran, pero compran compulsivamente, comen con desesperación, vomitan enfermizamente, tienen color irritable y ulceras nerviosas, entre tantos otros síntomas causados por la represión del impulso natural al descontrol cuando las situaciones no agobian o nos superan.
Es por eso que, personalmente (si es que existe otra forma de hacerlo), reivindico el derecho a quebrar loza.