El año de los pingüinos
Ya en abril de 2006 los estudiantes secundarios, primero en Santiago y luego en todo Chile, comenzaron a movilizarse en las calles por: la gratuidad del pase escolar y viajes ilimitados durante todo el año, gratuidad de la PSU, raciones alimenticias para todos los que lo necesiten, practicas pagadas para los liceos técnicos y derogación del decreto 524 que regula la conformación de los centros de alumnos (imponiendo, por ejemplo, un profesor a cargo).
Movilizaciones de miles de personas y a solo un mes del inicio del gobierno de Michelle Bachelet.
El estado intento, primero, deslegitimar las movilizaciones criminalizándolas. El movimiento secundario respondió replegándose a los liceos, iniciando tomas.
El Gobierno intento, después, acusarlos de no tener control sobre su gente… pero, ¿Quién controla a quien? Los voceros respondían diciendo que las decisiones de las asambleas se respetan, pero que la provocación de los agentes represivos (la policía), tiene efectos que no son previsibles.
Un tercer ataque iba encaminado a desmerecer su capacidad de organización; decían que no era posible resolver algo en una asamblea abierta; intentaron imponer su política de negociación a puertas cerradas con un par de dirigentes. Los secundarios respondieron llegando en masa, y con voceros de regiones, a las reuniones, exigiendo un espacio más amplio donde poder realizar la asamblea. Ningún vocero entró a reunirse con los representantes del gobierno.
Finalmente, intentaron hablar de una instrumentalización del movimiento por parte de partidos de izquierda (principalmente el Partido Comunista); y, aunque no me cabe duda que les hubiera encantado lograr que los secundarios respondieran a las ordenes del comité central, los estudiantes mantuvieron su independencia; demostrando que el control lo tiene la asamblea, incluso sobre aquellos voceros que si tenían una filiación política partidaria.
En términos organizativos dieron pruebas irrefutables de que no es necesario para avanzar y conseguir resultados; organizarse como vienen haciéndolo los partidos de izquierda desde siempre, demostraron que la forma de hacer política tradicional responde a lógicas que benefician la estabilidad del estado (que lo perfeccionan).
En términos políticos; pasaron de las demandas particulares a cuestionar temas de fondo como la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE) y la Jornada Escolar Completa. Este podría ser un “giro estratégico” en palabras de Lenin.
Así los secundarios miran de frente al Estado y cuestionan su administración (al gobierno) y su estructura. Su apariencia y su esencia.
En términos sociales o de masividad; fueron capaces de convocar a otros actores sociales integrándolos, viendo el tema de la educación como parte de una totalidad. Así lograron que trabajadores de la salud, profesores, funcionarios públicos, apoderados, universitarios, artistas y muchos otros se plegaran a sus demandas y aprovecharan de impulsar las propias.
De algún modo los estudiantes lograron enseñarle al mundo adulto un modo de actuar políticamente que funciona y que no se arrodilla frente al estado.
El viejo fantasma que recorre los discursos
El Marxismo, Marx, Comunismo, Leninismo, Revolución. Todos viejos fantasmas escritos, recordados y citados con mayúscula que atormentan los discursos.
En ningún momento se escucho a algún vocero de los secundarios hablar de alguno de estos fantasmas.
¿Es que no estaban presentes? Tal vez si, pero de lo que estaban hablando los secundarios era de “hacer”. Este otro fantasma que la historia del marxismo ha escrito con minúscula: praxis.
La praxis es lo que une al sujeto (como idea o como “ser para sí”) y al objeto (como materia o “ser en sí”).
La praxis es lo que nos permite echar andar la revolución, es la actividad humana transformadora de la sociedad, sin reducir a los hombres a condiciones materiales económicas que los determinan, pues ¿Cómo van a estar los sujetos determinados por algo si se trata de relaciones sociales y no cosas?
De sujeto que se construye así como los estudiantes secundarios irrumpieron en el escenario político rasgando el telón de la democracia burguesa que sustenta al estado. De sujeto que se hace actor protagónico, aun cuando lo pretenden invisibilizar.
La praxis es la oposición a aquellos que creen que es la materia la que avanza al socialismo y no los sujetos históricos.
El hacer, probablemente no se desprenda de la concepción de que el socialismo es inevitable, de que en la sociedad rigen las mismas leyes que rigen en la naturaleza, tal vez por eso es que los estudiantes secundarios son capaces de hacer, por que no tienen en las mentes y en las manos estas ideas propias de la izquierda tradicional. Es que “el marxismo [no] es todopoderoso por que es cierto”
Los secundarios fueron capaces de poner en tela de juicio la “profundización de la democracia” de la Concertación, por que no quisieron jugar el juego con sus reglas de representatividad. Por que, tal vez instintivamente, comprendieron que la participación en esta democracia, como factor externo a la totalidad social, no nos sirve. Así como Mariátegui dijo: la democracia sólo es real como sustancia de socialismo, o como atributo de. Lo importante, nos sigue diciendo, no es aspirar a uno de los espacios parciales, superficiales y aislados, al medio metro que nos ofrece el sistema capitalista. Lo importante es cambiar la sociedad como totalidad. Y a mi me parece que los secundarios contribuyeron (por que la revolución no se hace en un día o a partir de un solo movimiento) a recordarnos esto. Que es necesario también cambiar las formas de hacer política, que se puede en la medida que nos comprendamos como sujetos activos y no como objetos.
Los estudiantes no quisieron aceptar las formas de negociación del gobierno, no suplicaron por ser aceptados en una de sus oficinas, ni se contentaron con un pase escolar gratuito o una PSU gratuita, apuntaron a una legitimación de SU forma de organizarse y hacer, a una revisión de la sociedad toda de la calidad de la educación, de la educación que necesitamos para la sociedad que queremos.
No hay que esperar a que las condiciones objetivas se den, debemos crearlas.
Ernesto Ché Guevara.
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