Sabemos que esto no puede ser... sepamos también, entonces, que de hacer se trata.
Como toda forma de dominación, la única forma de romperla es ejerciendo el poder que no se mendiga ni reivindica.
Es dejar de lamentarse por los años, por las muertes, por la discriminación y la violencia; y hacer algo.
Pero hacer algo no por “ser mujer”, es hacer algo por “ser”.
La reivindicación del Sujeto viviente, corporal, material, intersubjetivo, se ha hecho en el contexto de un orden (patriarcal) con su máxima estrategia de instaurar el poder de dominación a través de la propiedad, del cuerpo, la sexualidad, la tierra, los territorios, los medios de producción, la fuerza de producción, de la asignación de roles en razón del sexo, de la división social y sexual del trabajo.
Pero este mencionado orden no es una lógica fija, constante, universal ni eterna. Es también un movimiento que se amolda a sus propias necesidades y, si es necesario, hace concesiones para cooptar luchas e invertirlas a su favor. Por esto entiendo que la división de las luchas entre luchas de hombres y luchas de mujeres, tiene un efecto devastador sobre aquellos que nos resistimos a la dominación.
¿Debe acaso darse esta lucha dentro del sistema o desde fuera para quebrarlo y construir otro en el que, no solo las mujeres, quepan?
¿De que sirve a la mujer ser igual a los hombres legalmente, tener acceso a los mismos derechos, si el sistema no se transforma?
¿Transformación en el seno de un sistema excluyente que se escuda detrás del discurso de género (como de muchos otros) para sobrevivir?
¿Construir la identidad desde la lógica de lo universal?
La opresión no es una distorsión del sistema que puede ser reparada, es parte y esencia del mismo, así que hablar de la inclusión de la mujer me parece, más bien, una trampa.
¿Incluirnos donde? ¿A costa de quien? ¿En estados mínimos? ¿En medio del mercado total excluyente y marginador?
De acuerdo con el pensamiento liberal, por razones históricas y económicas las mujeres se encuentran en desventaja porque no se les han ofrecido las mismas oportunidades en el mercado. Integrarla implica darle igual acceso a la educación, la capacitación y el trabajo, como a los recursos económicos y productivos. Desde esta perspectiva la marginación de la mujer podría remediarse con una mejor incorporación de ellas a los servicios del estado (de bienestar) y a la economía de mercado.
Esta perspectiva oculta, a mi parecer, lo importante; y es que el fundamento de esta marginación se encuentra en la separación del trabajo productivo del trabajo
reproductivo que produjeron las sociedades modernas. Los hombres que tuvieron acceso
a la esfera pública debido a que no tenían las obligaciones del cuidado de la familia,
lograron una mejor posición por la valoración de su trabajo en el mercado. Las mujeres
responsables del trabajo reproductivo, es decir, de todo lo que esta relacionado con el
cuidado, alimentación y mantenimiento de los miembros de la familia, fueron relegadas
a la esfera de lo privado y su trabajo no transado en el mercado fue devaluado y
desestimado. Este trabajo reproductivo es funcional y se adapta a las necesidades del
desarrollo capitalista y por lo tanto la situación de la mujer está relacionada con la
valoración del trabajo reproductivo y sus repercusiones en la sociedad.
Desde esta perspectiva las conquistas conseguidas por las demandas de género no
podrían evadir la socialización del trabajo reproductivo para que este se convierta en
una responsabilidad de todos los miembros de una sociedad. Las mujeres seguirán
subordinadas por las desventajas que genera su desvalorización y sus oportunidades
laborales, educativas, de desarrollo empresarial y de participación en la vida publica, se
verán limitadas
El triunfo de la dominación ha sido sobre excluidos y excluidas. El aporte del discurso de género es en la medida de su crítica al patriarcado; que es una crítica perfectamente extrapolable a la dominación capitalista, que se ejerce sobre todos y todas.
Si nos quedamos en esta primera etapa, sin avanzar nunca a un cuestionamiento total, entonces esta parcialización de la mirada resulta peligrosa.
Muchas de esas mujeres que quemaban sostenes y luchaban por el sufragio universal, probablemente estarían hoy alineadas con las posturas liberales, entregadas al poder, intentado incidir en políticas publicas sin cuestionar al poder, al estado, a los gobiernos, al sistema. Volviéndose meras administradoras de una igualdad de género, que no es posible mientras la igualdad se limite al igual acceso a las mercancías.
La sola reivindicación de las mujeres no cambiará por si sola las condiciones indignas a las que nos lleva la sobre- racionalidad capitalista, neoliberal, globalizadora, patriarcal, etc. Es necesario entender que la formación de las clases tiene rostros de hombres y mujeres. Que la lucha indígena es una lucha de hombres y mujeres. Que la lucha anti- globalización es una lucha de hombres y mujeres.
El sistema (aunque me gustaría encontrar un termino menos abstracto y manoseado, no se me ocurre cual en este momento) ha logrado distanciar desobediencias que tienen mayor identidad que divergencias.
La vocación del poder (patriarcal si se quiere) es asignar diferencialmente el poder. La gran paradoja se presenta cuando, al acceder a él, le reproducimos de la misma manera en que nos oprimió. Así que, entrometernos será el camino para cuestionar el poder y proponer nuevas formas de ejercerlo.
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¿Por qué los chilenos ven el Mundial si no están clasificados?
Del 9 de junio al 9 de julio el mundo se verá ahogado por un típico fenómeno ya vivido, el del fútbol, cuya fase final de la Copa del Mundo se desarrolla en Alemania. Se trata del acontecimiento deportivo y televisivo más universal. Miles de millones de televidentes, en audiencia paralela, seguirán los 64 partidos de la prueba que opone a 32 equipos nacionales, representantes de los cinco continentes.
El Mundial de fútbol forma hoy en día un evento de fenomenal magnitud, cuyas consecuencias económicas son casi insólitas.
La compra y venta de futbolistas refleja el estado del mercado en la época de la mundialización liberal: las riquezas están en el Sur pero se consumen en el Norte, el único que tiene los medios para comprarlas. Y ese mercado (a menudo compuesto por engañados) da lugar a formas modernas de trata de personas.
Los medios financieros puestos en juego son demenciales. Si Francia se calificara para la final, el precio de un spot publicitario de treinta segundos en la televisión alcanzaría los 250.000 euros (es decir, 15 años de salarios de quien percibe el salario mínimo). Y la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) va a percibir no menos de 1.172 millones de euros sólo por los derechos televisivos y los auspicios de la Copa del mundo en Alemania. Por otra parte se estima que el total de inversiones publicitarias vinculadas con la competición va a superar los 3 mil millones de euros. (1) Le Monde Diplomatique, Edición Junio 2006, Pág.3
Estas masas de dinero son incalculables. Todo un mundo de negocios gira alrededor de la pelota. Controla el mercado de los cambios de jugadores, o el de las apuestas deportivas.
Es la fiebre del marketing, que supera lo deportivo y que día a día intenta capturar las esperanzas del telespectador de fútbol, convirtiéndolo de a poco en un consumidor. Todo vale con tal de vender algún producto cualquiera, que tenga relación con el mundial, que incluyen logotipos oficiales o falsos de Alemania 2006, el mercado se ve estos días involucrado en una variada oferta de productos, la mayoría de ellos con escasa utilidad.
Aparte de los productos que representan la Copa del Mundo, hay que incluir el fuerte gasto que generan los millones de “hinchas” que viajan a Alemania con el fin de apoyar a sus equipos nacionales, esto significa gastos de pasajes, hotelería, alimentación, turismo y los variados productos mencionados anteriormente, entre otros.
De ésta manera, Alemania no solo logra ser anfitriona por acoger al mundial, si no que la riqueza que consigue a través de esto, es millonaria.
Es una especie de "peste emocional" para algunos, él fútbol es el deporte internacional número uno. Pero indiscutiblemente es más que un deporte. Si no, no causaría semejante revolución de sentimientos.
Un hecho social total, que forma una figura de la condición humana, porque permite percibir la incertidumbre de los estatus de la sociedad, favorece una reflexión sobre el rol del individuo y el trabajo en equipo, y da lugar a debates apasionados sobre la simulación, la trampa, el abuso y la injusticia.
El Mundial en sí provoca envidia. Países que luchan abiertamente por ocupar los primeros puestos del ranking de respeto ocultando múltiples situaciones de vulnerabilidad dentro de sus territorios como altos índices de pobreza, por ejemplo. Tratando de superarse por medio de la fama futbolística.
La Copa del Mundo es algo de lo que a todas las personas les gusta hablar. Analizar hasta el más mínimo detalle lo que sus equipos o rivales hicieron bien o mal, discuten fanáticamente las mejores jugadas de cada partido.
Ojalá las personas en general pudiéramos mantener más conversaciones con ese toque de entusiasmo, con respecto a temas que realmente nos afectan directamente o simplemente situaciones de la vida cotidiana, que requieren profundos análisis.
El fútbol es un juego en el que sólo importan dos cosas: el talento y el trabajo en equipo. Si tuviéramos ese mismo compañerismo para desarrollarnos en el día a día, nuestra calidad de vida sería más provechosa.
Son cada vez más numerosas las selecciones nacionales con entrenadores extranjeros, que aportan una nueva forma de pensar y de jugar, así como el creciente número de jugadores que juegan en equipos de otros países, adquiriendo experiencia, mezclando culturas y aportando estas experiencias a su país cuando regresan. Muchos se han convertido en héroes en sus países de origen y de acogida, por el hecho de ser exitosos en la cancha de juego.
Ojalá fuera igualmente la acogida de los migrantes comunes y corrientes, que en muchas ocasiones son rechazados por la sociedad en la que llegan a convivir.
Para cualquier país, participar en la Copa del Mundo es un profundo orgullo nacional y el placer de estar allí en Alemania, formando parte de la familia de naciones y pueblos que celebran su pasión común.
El Mundial, para llegar de una manera mas cercana, sobretodo hacia aquel publico que por razones monetarias les es imposible ir al lugar del juego, Alemania, ha creado símbolos materiales e intangibles, para hacer mas representativa su presencia, por los cueles, los millones de fanáticos se escudan e identifican con ellos, un claro ejemplo son las marcas deportivas, donde las personas pueden acceder al vestuario original o firmado por los mismo jugadores que protagonizan esta competencia, atribuyéndose una identidad bastante ajena con el fin de lucir una prenda que en la cancha es realmente exitosa.
Mientras la pelota se mueve en los estadios alemanes, los chilenos son impulsados a izar banderas ajenas como una forma que permite disminuir la dolorosa sensación de no participar en esta competencia.
Sin embargo, hay quienes no dejan de trabajar y avanzar en sus incontables proyectos aunque Chile esté atónito frente al televisor
Lo peor del caso es que esta propaganda utilizadora de las imágenes de los héroes del deporte, influye en la masa de la población chilena, en su mayoría hombres, estas modas o estos mensajes que difunde la televisión tienen un alcance globalizante. Bueno sería que los encargados de la TV chilena que, creo, tienen más cerebro que estos cabezas de pelotas, pongan este importante medio de comunicación a disposición de todos los deportes, exaltando aquellos en los que se pueden exhibir logros importantes en el contexto internacional.
Los chilenos de hoy son malos para el fútbol: esa es la realidad. Los periodistas, podrían hacer un esfuerzo y aprender algo de otros deportes para que las personas y sobretodos niños y jóvenes tengamos más opciones de encaminar potencialidades deportivas.
Los medios de comunicación le dan tanta protección al fútbol, que pareciera que es prácticamente lo único que tenemos en lo que se refiere al deporte.
Influye también que en la TV., nuestros comentaristas de fútbol, o tienen una edad a la que ya deberían haberse jubilado, o aparte de creer que saben de fútbol, son animadores de programas faranduleros o programas políticos. Con este tipo de individuos que dirigen la TV. en beneficio de sus bolsillos, es imposible que sus comentarios ayuden a elevar el escaso nivel del fútbol chileno, así nuestro nivel de frustración se acrecienta mas.
El fútbol no tiene la culpa del exitismo barato, aquí la culpa es de los medios de comunicación que crean un clima de éxito y de fiesta al extremo para vender, en donde se realza a algún personaje y lo transforman en moda para vender y después lo eliminan así como apareció de rápido. También tienen la culpa las agencias de publicidad que hacen los comerciales, que exageran la nota hasta el extremo y ponen a un niño abrazado con la bandera así como si fuera a ir a la guerra.
De esta manera, por una parte, es casi imposible no involucrarse en materias del fútbol, la publicidad y los medios de comunicación atrapan al publico de una manera tan rápida, que uno no alcanza a darse cuenta cuando ya está viendo u opinando sobre el Mundial.
Así los chilenos, vemos la Copa del Mundo, como una manera de tolerar la frustración, ante la no clasificación de ésta, haciéndonos cargo de emociones e identidades apartadas a nuestra realidad, creando de forma quizás inconsciente, una atmósfera de tensión y expectativas en lo que resulte de cada juego.
Ensayo de la Oveja
Besos...te requiero!
aps...lo hize de la troria del interaccionismo simbolico Mead
necesito contencion emocional
snif!
obeja
Que escribes lindo, sos una luzzz.-
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