Hablaremos desde una perspectiva feminista alejada del esencialismo de los primeros feminismos aunque, como se verá más adelante, tampoco adherimos completamente a la concepción post estructuralista del género.
Entenderemos, primero, que una posición feminista se relaciona con la voluntad específica de subvertir un orden androcéntrico que configura unas determinadas identidades sexuales normativas y genera efectos de dominación sobre las mujeres. No obstante, ni las definiciones son prescriptivas ni necesarias, ni los feminismos constituyen una práctica homogénea y unificada. Antes bien, son el escenario en el que se establecen tensiones y desplazamientos continuos. Para parte de la práctica feminista los fundamentos de ésta son contingentes y los marcos normativos o reguladores, precarios, contrastados o valorados en función de criterios inmanentes. Lo cual permite un ejercicio político situado y parcial, abierto y de límites porosos.
Respecto de la ideología; la entenderemos a modo de “… matriz generativa que regula la relación entre lo visible y lo no visible, entre lo imaginable y lo no imaginable, así como los cambios producidos en esta relación” (Zizek: 2003, 7). Usaremos esta definición por compartirla y, también, para establecer el nexo, a través de Zizek, entre feminismo y psicoanálisis lacaniano.
Pues bien; la ideología como estructura tiene dos niveles: el visible, de los significados manifiestos, que produce desconocimiento del otro nivel; y el invisible, latente. De este modo es que las ideologías logran esconder su propia existencia produciendo una red de verdades subjetivas por medio de las cuales el sujeto se constituye a nivel visible, se produce una fascinación frente a los ideales que cada ideología propone y a través de esta fascinación una promesa de disolver el antagonismo sobre el cual se erige la sociedad.
Bajo esta definición de ideología es que se concibe al sujeto como el lugar que todo individuo debe ocupar dentro de esta, aceptando su identificación.
Siguiendo esta línea de pensamiento podemos establecer un mapa de la cuestión del feminismo en relación con la ideología neoliberal de la modernidad.
De este modo quedarían establecidos como significados visibles de la ideología liberal moderna; la libertad, la igualdad y la posibilidad de optar (opción)[1]. Esto produce un efecto de significado en el sujeto que lo lleva a adoptar una neutralidad de género a partir de la cual organiza las nociones de la sociedad patriarcal respecto de la raza, la clase y el sexo.
Desde la perspectiva psicoanalítica de Lacan, esta neutralidad puede interpretarse como síntoma producto de un discurso simbólico visible que produce imágenes/imaginarios; y genera, a su vez, adhesión y desconocimiento.
Esta neutralidad de género que, como ya dijimos, esta dada por el efecto de significado que produce en los sujetos la ideología; corresponde a la imagen y opera a nivel de lo visible (conciente) invisibilizando la dominación masculina, que permanece atada al inconciente como trauma constitutivo de lo real.
Es así como“…es la diferencia masculino/ femenino la que estructura toda la economía discursiva de la simbólica de la representación” (Richard: 2005) del sexo y del poder; que esta a la base, hecha inconciente, por la ideología neoliberal moderna, de lo real.
Es que, tal como dice Zizek “… no hay dos discursos, uno ´masculino´ y otro ´femenino´; hay un discurso dividido desde adentro por el antagonismo sexual; es decir, que proporciona el ´terreno´ en el que se desarrolla la batalla por la hegemonía” (2003, 34).
De acuerdo con lo anterior es que parece importante reconocer, por lo menos, la función estructurante de la diferencia femenino/masculino sobre las jerarquías binarias universales de la modernidad.
Desde esta perspectiva el feminismo puede ser concebido como crítica de la ideología; pues identifica “la necesidad oculta en lo que aparece [a causa de la ideología] como una mera contingencia” (2003, 10).Mientras la neutralidad de género resulta evidente; el feminismo apunta directo al carácter antagonista del orden social (patriarcal), que no se puede simbolizar.
Pues bien; la ideología como estructura tiene dos niveles: el visible, de los significados manifiestos, que produce desconocimiento del otro nivel; y el invisible, latente. De este modo es que las ideologías logran esconder su propia existencia produciendo una red de verdades subjetivas por medio de las cuales el sujeto se constituye a nivel visible, se produce una fascinación frente a los ideales que cada ideología propone y a través de esta fascinación una promesa de disolver el antagonismo sobre el cual se erige la sociedad.
Bajo esta definición de ideología es que se concibe al sujeto como el lugar que todo individuo debe ocupar dentro de esta, aceptando su identificación.
Siguiendo esta línea de pensamiento podemos establecer un mapa de la cuestión del feminismo en relación con la ideología neoliberal de la modernidad.
De este modo quedarían establecidos como significados visibles de la ideología liberal moderna; la libertad, la igualdad y la posibilidad de optar (opción)[1]. Esto produce un efecto de significado en el sujeto que lo lleva a adoptar una neutralidad de género a partir de la cual organiza las nociones de la sociedad patriarcal respecto de la raza, la clase y el sexo.
Desde la perspectiva psicoanalítica de Lacan, esta neutralidad puede interpretarse como síntoma producto de un discurso simbólico visible que produce imágenes/imaginarios; y genera, a su vez, adhesión y desconocimiento.
Esta neutralidad de género que, como ya dijimos, esta dada por el efecto de significado que produce en los sujetos la ideología; corresponde a la imagen y opera a nivel de lo visible (conciente) invisibilizando la dominación masculina, que permanece atada al inconciente como trauma constitutivo de lo real.
Es así como“…es la diferencia masculino/ femenino la que estructura toda la economía discursiva de la simbólica de la representación” (Richard: 2005) del sexo y del poder; que esta a la base, hecha inconciente, por la ideología neoliberal moderna, de lo real.
Es que, tal como dice Zizek “… no hay dos discursos, uno ´masculino´ y otro ´femenino´; hay un discurso dividido desde adentro por el antagonismo sexual; es decir, que proporciona el ´terreno´ en el que se desarrolla la batalla por la hegemonía” (2003, 34).
De acuerdo con lo anterior es que parece importante reconocer, por lo menos, la función estructurante de la diferencia femenino/masculino sobre las jerarquías binarias universales de la modernidad.
Desde esta perspectiva el feminismo puede ser concebido como crítica de la ideología; pues identifica “la necesidad oculta en lo que aparece [a causa de la ideología] como una mera contingencia” (2003, 10).Mientras la neutralidad de género resulta evidente; el feminismo apunta directo al carácter antagonista del orden social (patriarcal), que no se puede simbolizar.
[1] convengamos en que “la igualdad había sido definida sobre la premisa de una asimetría sin sentido; es decir una equivalencia vacía; que estaba definida de acuerdo a parámetros masculinos” (Catherine Mackinnon).
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